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Neurohacking e Hiperhumanismo

El concepto de neurohacking no es nuevo, de hecho podríamos pensar en él como una evolución natural desde que el primer shamán ingirió alguna planta con la finalidad de modificar su percepción para contactar a los dioses, y por ende entender mejor la realidad que le rodeaba para entonces guiar a su tribu a mejores destinos. Hoy la ciencia y tecnología nos permiten comprender nuevos aspectos sobre como funciona nuestro cerebro, y sobre como se construye lo que experimentamos como realidad.

Entendamos primero el neurohacking como la acción de intervenir el cerebro con la intención de modificar su comportamiento a través de una serie de técnicas, metodologías y herramientas. Los efectos deseados son tantos como las técnicas que se han desarrollado a lo largo de los años, incluyendo muchas búsquedas mitológicas, como el agua de la fuente de la juventud eterna, o la piedra filosofal.

Dentro de esta búsqueda eterna, la civilización ha alcanzado el conocimiento necesario para crear una serie de tecnologías que facilitan tanto el estudio del cerebro como su manipulación. Gracias a estas nuevas herramientas hemos sido capaces de entender mejor la reacción de la mente ante determinadas circunstancias, y cada día se suman más estudios. Con esta nueva información, ahora somos capaces de construir nuevos caminos de manera rápida y certera.

Basicamente podemos categorizar los diferentes neurohacks existentes en las siguientes categorías:

Hiperhumanismo

Utilizando técnicas de neurohacking somos capaces de balancear nuestra neuroquímica para mantener sano el cerebro y tener una mejor calidad de vida, aunque especulativamente podríamos alcanzar una percepción más amplia y mejorar nuestra cognición con la finalidad de alcanzar un estado de conciencia superior, lo cual eventualmente llevaría a la civilización a un estado de paz y armonía.

Una civilización como la que se describe nos podría llevar a un estado de hiperhumanismo – una condición en la que los seres humanos sean tan concientes de si mismos, de sus actos, y de la influencia que tienen en otros que seamos capaces de superar por fin barreras ideológicas, dogmas impuestos que limitan nuestra capacidad para pensar por nosotros mismos.

Dentro de la cultura Maya se describe un momento en el que los dioses, tras haber creado al humano perfecto, sienten celos por su creación, ya que estos son capaces de ver tan lejos como ellos, por lo que los dioses queman pasto, hoja seca y chile en un anafre, creando un humo llamado “mitote”, el cual sirve para cegar a los seres humanos, haciéndolos incapaces de apreciar el universo en toda su extensión.

Esta analogía nos sirve para entender la percepción humana, un aspecto fundamental que nos limita de entender el funcionamiento detrás de lo que llamamos realidad, y provocando que nos enfrasquemos en miles de inútiles discusiones con otras personas que tampoco entienden la realidad. La percepción juega un papel vital para ser conquistadores, y no víctimas del mundo.

La relación entre el neurohacking y el hiperhumanismo se vuelve clarar cuando hablamos de crear herramientas que nos permitan ampliar nuestra percepción, mejorar nuestra capacidad de análisis, o permitirnos aprender toda una materia en tan solo unos cuantos minutos.

La perspectiva de mejorar la raza humana comienza desde la mejora de la mente, pues esta se encarga de crear una experiencia sensorial para nosotros, y se encarga también de tomar las decisiones correctas para garantizar nuestra supervivencia, pero… ¿qué pasaría si pudiéramos ampliar esa capacidad para hacer de nuestra mente algo verdaderamente superior? Tal vez algún día un simple aparato pueda lograr que podamos afectar la materia con solo unas cuantas instrucciones a nuestro cerebro...

...pero para eso faltan muchos años. Hoy por hoy estamos comenzando a utilizar herramientas de las diferentes neurociencias para aprender y entender lo que estamos haciendo, como lo estamos haciendo, y por ahora simplemente mejorar algunas funciones básicas que nos pueden dar ventaja ante el resto de la humanidad.

Transhumanismo

Cuando hablamos de mejorar el potencial de la raza humana, muchos tecnólogos tienden a pensar en el transhumanismo – una importante corriente de pensamiento que incita a la fusión entre máquina y humano. Existe una gran discusión sobre la ética de este tipo de planteamiento, y se sucita un conflicto importante al hablar del animus, o “alma”.

La gran diferencia entre hiperhumanismo y transhumanismo es el uso de tecnología para suplantar algunas funciones corporales, en el caso de este último. El hiperhumanismo se basa más en la mejora de la mente, y si bien podemos usar tecnología, esta no se debe usar como una prótesis que solo nos brinde la funcionalidad cuando se usa un dispositivo, sinó más bien como ruedas de aprendizaje de una bicicleta, que una vez que aprendamos a andar, podemos retirarlas.

Algunos aspectos del transhumanismo podrían ser de gran beneficio para alcanzar un estado de hiperhumanidad y viceversa, por ejemplo, su tecnología, la cual nos puede ayudar a comprender mejor la mente y otros estados de conciencia.

Neuromarketing y neuropolítica

Por desgracia, toda tecnología está sujeta a ser utilizada por entidades que aprovechan sus beneficios para inducir a personas a hacer cosas incluso contra su voluntad – la publicidad es un ejemplo perfecto de ello.

A través de millones de estudios de mercado, los publicistas han aprendido por fin como neurohackear el cerebro para generar más compras para sus clientes. Reglas como la repetición por 21 veces de un anuncio comercial, del uso de sonidos específicos para llamar la atención, e incluso de inducir a una compra hacen palidecer a los mensajes subliminales famosos durante los años 70.

Cada día se realizan decenas de estudios que analizan como lograr una mejor inducción que lleve a una compra, a mayor lealtad hacia una marca y a lograr que el usuario recomiende sus productos. Por desgracia, muchos de esos esfuerzos están mal encausados para promover situaciones aspiracionales en la audiencia, provocando una insatisfacción general en la población al no poder alcanzar un nivel de vida determinado.

También vale la pena mencionar que la política se está beneficiando de ello. El éxito de Trump para alcanzar la presidencia del país más poderoso del mundo utilizó una serie de artilugios que les permitieron analizar como atacar a cada segmento de la población de manera privada, lejos de los ojos del otro candidato.

Sin duda la globalización incluye una cierta normalización de la población, por lo que las personas pueden ser facilmente clasificables dentro de ciertos comportamientos, ubicados a través de una serie de patrones. Esto facilita la labor de ventas, pero por desgracia también embrutece un tanto a la población. En el caso de la política es un arma temible, pues el libre albedrío desaparece para dar paso a una decisión tomada por alguien más…

Conciencia

Nuestra mente está sujeta a la influencia de tantos estímulos que comienza a tomar decisiones por nosotros, sin que tengamos que hacer absolutamente nada para lograrlo. Incluso estudios recientes han demostrado que el libre albedrío puede ser una ilusión, pues el impulso eléctrico generado para llevar a cabo la acción se activa antes que aquel que define nuestra decisión por hacer las cosas. Es como si el cerebro plantara una idea ahí una vez que la está llevando a cabo para que nosotros la aceptemos como tal.

Pero, ¿qué tanto somos víctima de nuestro propio cerebro? Podríamos obtener esa respuesta con tan solo analizar que tantos de nuestros actos realizamos de manera automática, y que tantas cosas damos por hecho. A estos actos involuntarios se les llaman praxias, mientras que las gnosias son justo aquellas que creemos saber.

Un ejemplo, ¿qué tan concientes estamos al activar un interruptor que enciende una luz? Por ejemplo, en la recámara. Si pusiéramos unos cables que dieran una descarga eléctrica al encender el circuito, ¿cuántas veces tendríamos que electrocutarnos antes de entender que debemos cambiar un conocimiento que lleva a un comportamiento? Probablemente más de las que quisiéramos…

La identificación de gnosias y praxias nos permite ser más concientes de lo que hacemos, por ende, aunque requiera un mayor esfuerzo mental, obtendremos mejores resultados. Un ejemplo sencillo es comparar a dos trabajadores que tienen la misma labor, uno de ellos hace las cosas de manera automática y sin pensar, mientras que el otro está conciente de las cosas que realiza. Pensemos que ellos trabajan en una línea de producción de pretzels.

El primer trabajador podrá terminar el trabajo, tal vez aburrido de la monotonía del mismo, y su gasto energético habrá sido menor que el segundo trabajador, quien fue conciente de lo que hacía cada minuto, lo cual le requería un mayor desgaste. El segundo trabajador saldrá hacia casa hecho pedazos, probablemente, sin embargo al ser conciente de sus actos podrá tener una mayor satisfacción con lo que ha hecho que el primero.

Mucho de esto tiene que ver con la pasión, el empeño y amor que – literalmente – volcamos sobre las cosas que nos gusta hacer o percibir. La pasión nos hace ser concientes de nuestros actos, pues tratamos de disfrutar cada minuto que llevamos a cabo la actividad que nos da goce. También hacer las cosas apasionadamente requiere estar concientes de lo que estamos haciendo, con lo cual podemos lograr mejores resultados en cualquier cosa que hagamos.

Deterioros cognitivos

Seamos realistas, vivimos en una sociedad que se vuelve cada vez más inconciente, pues limita sus actos a unos 3 o 5 metros alrededor de si, por ejemplo mientras camina; su apreciación del mundo tiende a ser en una pantalla de 7 o 10 pulgadas, y no en una visión periférica y binocular de aproximadamente 172 grados. También nos dicen por todas partes que hacer, y nosotros solo elegimos cual de las opciones seguir.

Sin duda, lo que no se usa, se atrofia. Mantener la neuroplasticidad – capacidad del cerebro para ser moldeado, adaptándose incluso a nivel celular para generar nuevas conexiones – se reduce si no estamos constantemente haciendo cosas nuevas. En una civilización urbana moderna se aprecia que es alrededor de los 30 a 35 años cuando el cerebro empieza a atrofiarse en un hombre promedio.

¿Porqué? Porque a esa edad se tiene ya una carrera, un trabajo estable, incluso una pareja e hijos, una casa, y demás… la necesidad de sobrevivir ha sido superada, y con ello muere la necesidad de adquirir nuevos conocimientos. Como detalle curioso, normalmente las personas escuchan la música que lograron digerir hasta alrededor de los 30 años de edad, y a partir de ahí es muy difícil que logren apreciar nuevos sonidos.

La estabilidad, de alguna manera, nos hace detener muchas veces nuestro propio crecimiento, pues dejamos de alimentar nuestra mente con nuevas experiencias y conocimiento, y no solo hablando de neuroplasticidad, sinó incluso del proceso de percepción y raciocinio, también. ¿Cuántas veces han ocurrido choques porque ninguno de los dos se fijó que venía otro auto? ¿y cuántos se consumaron por que nadie se detuvo a analizar la situación y sus posibles consecuencias?

Estamos tan acostumbrados a CREER que estamos atentos y que dedicamos suficiente energía a nuestros procesos de pensamiento, y sin embargo solo son creencias. Pensar cuesta trabajo y energía, y tal como lo describió C.G. Jung, es tan difícil hacerlo que la mayoría de las personas solo juzgan.

Pensamiento

Más allá de la razón de sus palabras, Jung entendió que el proceso de pensamiento no se lleva a cabo de la mejor manera. Muchos jóvenes se consideran pensadores críticos cuando ni siquiera razonan lo que hacen; peor aún, muchos viejos creen tener la razón, cuando en realidad jamás se han detenido a razonar.

Pensar es sin duda el gran primer neurohack que podemos dominar. Tomar conciencia de nuestros actos, de nuestras decisiones, de la manera como hacemos las cosas, y sobre todo el porque las hacemos. Identificar gnosias y praxias, y comenzar por detenernos un segundo a pensar las cosas importantes, para actuar de manera menos impulsiva.

En la cultura Judía se maneja un concepto interesante, se divide el ser humano en tres partes: cabeza, corazón y estómago. La cabeza piensa, el corazón siente y el estómago duele, por ende nos hace actuar de manera irracional. La meta de tomar conciencia de nosotros mismos es eliminar al estómago de la ecuación para así poder pensar razonadamente las cosas y permitirnos sentirlas para no volvernos máquinas.

Entender nuestra propia mente requiere que pongamos atención en diferentes aspectos del cerebro, como por ejemplo, la salud y estado físico del mismo, estabilidad emocional, memoria, percepción e intelecto, entre otros. Se vuelve vital alimentar el sistema neuronal de manera correcta y con contenido adecuado, pues, ¿qué se obtiene de un sistema si se le alimenta basura? Pues basura…

En este caso, las técnicas actuales de neurohacking en general nos permiten alterar la química neuronal para lograr un efecto, tal cual lo haría un medicamento psiquiátrico como la fluoxetina, o la olanzapina, o cosas más comunes, como un par de tazas de café. Muchas de estas herramientas pueden ser usadas para lograr efectos en menor medida como adquirir un poco más de conciencia, relajarnos, concentrarnos y demás.

Eventualmente encontraremos maneras de potenciar estos efectos de manera endógena y con mayor efecto y duración, sin embargo por ahora estamos aún aprendiendo sobre las interacciones que ocurren y buscando maneras seguras de modificarlas. Tal vez algún día solo haya que tomarse una cápsula, escuchar una secuencia de audio, y así volverse un hiperhumano...

...tal vez algún día vivamos todos en paz.

 

 

 

 

- 220 / 2017